Blog

El Observatorio de la Rana Gigante, una isla flotante en el lago Titicaca

La Telmatobius culeus está en peligro crítico de extinción. Un grupo de guías de Sahuiña, en Copacabana, tiene un proyecto para que los visitantes conozcan a la rana y comprendan su valor.

El agua  del lago Titicaca mece la tarde  con todos los matices del azul que tiñe el horizonte hacia  las montañas. En la localidad de Sahuiña, a menos de 15 minutos de Copacabana por  carretera,  se encuentra el   único observatorio de ranas que flota en una plataforma de totora. Desde ahí un grupo de comunarios procura que los visitantes conozcan a la rana gigante, una especie endémica que está en peligro  de  extinción.

Los ejemplares de la rana gigante (Telmatobius culeus) son cada vez más difíciles de encontrar en el lago, atrás quedaron los días en los que el oceanógrafo  francés Jacques Yves Cousteau registró ejemplares de hasta 50 centímetros y un kilogramo de peso a finales de la década de 1960 y principios de 1970.  Sus   características la convirtieron en la rana acuática más grande del mundo.

Desde una de las orillas de Sahuiña, población que tiene alrededor de 120 familias,  doña Ana Aguilar, guardiana de las ranas gigantes, aborda un bote para empezar el recorrido.

El Observatorio de la Rana Gigante cuenta con un Plan de Manejo que es aplicado por los socios de la Asociación y Guías Locales de Sahuiña. Ellos fueron capacitados  no sólo para su manejo sostenible, sino para promover la conciencia ambiental entre los pobladores y visitantes.

Durante  el trayecto describe la riqueza de la fauna y la flora de la región lacustre. Muestra a las panas de pico azul, patos silvestres, chokas y  zambullidoras, entre otros. Habla de sus hábitos, dieta y cómo algunas anuncian la inmimente llegada de la  lluvia. El recorrido  forma parte del tour K’ayra Thakhi, camino de la rana en aymara.

Normativa y  turismo comunitario

Los pobladores de Sahuiña viven principalmente de la actividad agrícola  y la pesca,  esta última  ha visto mermada por la contaminación. Un grupo de pobladores decidió dedicarse al turismo comunitario hace varios años. Ahora tienen la asociación de guías,  varios tours y    un flamante  albergue comunal que ellos mismos edificaron,  para lo cual aplicaron  fondos gubernamentales; pero que aún no funciona porque  no está equipado.

La localidad de Sahuiña, en   Copacabana, es parte de  uno de los 13 municipios establecidos alrededor de lago Titicaca que  cuenta con  una Ley de Protección al Patrimonio Cultural que determina la  asignación presupuestaria para la gestión del patrimonio arqueológico/turístico.

La normativa forma parte del trabajo del Proyecto del Lago, que  tiene como  objetivo  contribuir a mejorar la gestión comunitaria del patrimonio cultural de la cuenca del lago Titicaca y promover el desarrollo del turismo. La iniciativa es  ejecutada   por la Cooperación Técnica Belga (CTB) y el Ministerio de Culturas y Turismo.

La CTB se ha propuesto apoyar a siete iniciativas   ya establecidas, como el observatorio, respondiendo a sus necesidades particulares.

“La finalidad del observatorio es dar a conocer a la rana gigante a través de la vivencia, que la gente pueda comprender su rol en el equilibrio del ecosistema del lago, su vulnerabilidad representa la de otras especies que viven en esta región”, detalla el relacionador comunitario del Proyecto del Lago-CTB, Franz Laime.

En peligro crítico de extinción

Doña Ana dice que si “el lago está muy agitado” no se puede hallar  a las ranas. Lo mismo pasa cuando llueve y el agua  turbia ingresa  a este cuerpo de agua que está a más de 3.800 metros de altura.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza  considera a la Telmatobius “en peligro crítico de extinción” desde hace varios años.

Su situación es crítica  por el deficiente o nulo tratamiento de las aguas residuales que se produce en ciudades circundantes al lago,  como Copacabana, el desecho de residuos sólidos, el uso de agroquímicos para la agricultura y  la contaminación minera.

Estos factores provocan una   contaminación que no da tregua  a pesar de las buenas  intenciones expresadas por cuanta autoridad de turno fue consultada sobre las acciones que darían solución a este problema medioambiental.

“Hubo durante mucho tiempo una sobrepesca de los ispis, pequeños peces que se consumen tradicionalmente, y que en los últimos cinco a diez años se ha ido reduciendo mucho. Este, que era el alimento principal (de la rana gigante), es actualmente muy escaso. Hay una fuerte competencia con la pesca del ispi al momento de que esta especie  busca alimento”, destaca el jefe-curador del área de herpetología de la Colección Boliviana de Fauna, James Aparicio.

En enero de este año, el presidente del Concejo Municipal de Copacabana, Juvenal Mayta, informó a los medios que se ejecutarían cuatro proyectos  para mitigar la zona lacustre.

Entre ellos  figura una nueva planta de tratamiento porque la antigua está “construida con totora”. La autoridad edil sostuvo  en esa oportunidad:   “Las aguas residuales están desembocando directamente al lago”.

Aparicio apunta que a pesar de que existe la Veda General Indefinida, que protege a los animales silvestres en Bolivia,  no hay organismos que la hagan respetar. “No hay acciones reales que protejan a nuestra vida silvestre (…). En realidad, no se aplican (las leyes)  por una falta de decisión política”, analiza el herpetólogo.

En 2015, pobladores de Quewaya, la Isla de Suriqui y Pata Patani denunciaron que  hallaron flotando a miles de ranas, peces y aves muertas. Este año se constituyó en uno de los más críticos para  las especies que habitan en la región del lago.

Respirar por la piel 

Después de conocer sobre las aves y visitar los criaderos de truchas, se llega al observatorio flotante. Las ranas permanecen sumergidas en el lago dentro de un recinto acondicionado, antes de ser mostradas  a los visitantes.

Las colocan en una especie de pequeño acuario de plástico.  A pesar de la expectativa  no hay ninguna de 50 centímetros,  todas  son muy jóvenes y pequeñas. Doña Ana explica que las ranas gigantes tienen diferentes colores y que se pueden observar verdes, grises, con círculos  de colores y hasta con el vientre naranja.

Cuenta  que en el pasado se mataban miles de  ellas para hacer ancas de rana y venderlas en pensiones, generalmente  ubicadas en la carretera; pero además las usaban para hacer  batidos afrodisiacos e incluso para fabricar  billeteras con su  piel en otros países.

A continuación, muestra un ejemplar joven, su  cabeza es ancha, algo aplanada y redonda. Su piel tiene muchos pliegues, es viscosa,  es a través de la piel  que la rana respira. En el acuario se muestran    varios ejemplares de anfibios y  especies de peces, como la carpa o el karachi,  que cayeron en la red.

Un detalle que   doña Ana reitera es que en el observatorio no se tienen animales en cautiverio de forma permanente. Cada  dos semanas liberan a los ejemplares y atrapan otros.

Con sus ojos atentos y el instinto enfocado en saltar para alejarse al menor descuido, estas ranas son inofensivas y hasta parecen sentir curiosidad por las cámaras cuando están dentro del acuario. Las actividades del ser humano  han puesto en peligro, desde hace   décadas, a un animal silvestre pacífico e importante para el equilibrio de la vida en el lago. El Titicaca  es un  icono turísticos de Perú y Bolivia, países cuyas acciones aún no parecen  centrarse en la preservación de su ecosistema.

Fuente: Alejandra Pau / Sahuiña – Diario Página Siete